viernes, 27 de agosto de 2010

SEMINARIO DE PEDAGOGÍA

HISTORIA DE LA PEDAGOGIA

Cuando tratamos de entender como inicio la educación o como llego a ser lo que hoy conocemos como escuela, siempre es importante remitirnos al pasado, y es ahí donde generalmente encontraremos las respuestas a nuestras interrogantes.
Uno de los inicios de la pedagogía lo encontramos en la educación religiosa, donde la necesidad de atraer fieles a sus doctrinas tuvo que echar mano de una serie de recursos educativos, y desde luego pedagógicos.

Ahí es donde la religión buscaba abrazar el individualismo helénico el cristianismo lo superaba. El hombre, que ya no era ciudadano de una ciudad real, se convertía en ciudadano de una ciudad ideal (la “ciudad de Dios” como dirá más tarde San Agustín), por la cual actuaba, combatía y padecía como por una patria más auténtica y verdadera.
Consiste en anunciar a los hombres de buena voluntad, independientemente de la raza; El cristianismo paulino marca el momento de la identificación del reino de Dios anunciado por Cristo con la comunidad cristiana o Iglesia, tal cual había venido constituyéndose históricamente como resultado de la revelación cristiana.

LA EDUCACIÓN DEL CRISTIANO

La “buena nueva” se proponía pues realizar un específico ideal pedagógico: formar al hombre nuevo y espiritual, al miembro del reino de Dios. por muchos siglos el cristianismo no se preocupó de la instrucción común y corriente, aceptando sin más la organización escolar y la enseñanza existentes, aun cuándo estaban a cargo de paganos. Es natural que esas escuelas creadas de la nada fueran simultáneamente escuelas de cultura y de religión.
En estos siglos la Iglesia no desarrolla el concepto de una educación universal, y cuando sus instituciones educativas no son simples escuelas de catecúmenos están casi siempre destinadas a preparar en exclusiva a los futuros dirigentes de la Iglesia misma (es decir, los clérigos) así como también a los miembros de las clases superiores.
LA PATRÍSTICA
En un principio, esta elaboración doctrinal-filosófica se efectúa en auténticas escuelas de catequesis superior, como las que florecieron en Alejandría por obra de Clemente y, en Roma, de Hipólito. Famosas son también las fundadas por Orígenes en Cesárea y por Crisóstomo en Antioquia.
Este primer periodo es la patrística. Son Padres de la Iglesia los escritores cristianos de la Antigüedad que contribuyeron a elaborar doctrinalmente el cristianismo y cuya obra ha sido asumida como propia por la Iglesia. El periodo de los Padres de la Iglesia puede considerarse concluido con la muerte de San Juan Damasceno para la iglesia griega (hacia 754) y de Beda el Venerable (735) para la iglesia latina. La filosofía cristiana nace en el siglo II con los Padres apologetas que escriben en defensa (apología) del cristianismo contra los ataques y las acusaciones que se le hacían. Es la época en que escritores paganos (Luciano, Celso) utilizan contra el cristianismo la sátira y la befa y los cristianos son objeto de odio por parte de las plebes paganas y de persecuciones por el Estado.
Se trata sin embargo, de una doctrina que será elaborada por los grandes Padres de la Iglesia oriental. Antes bien, en el siglo II nos encontramos con una defensa de la materia como única realidad existente; dicha defensa fue obra de Tertuliano, nacido en Cartago hacia 160, que fue primero abogado en Roma, y después sacerdote y polemista cristiano. El alma y Dios mismo son corpóreos. Dios, que ha amado al hombre, ha amado también su cuerpo, y por eso encarnó; y cuando Cristo resucita lo hace con el cuerpo.
A esta intensa actividad contribuyeron la escuela de Alejandría, que hacia el año 180, por obra de Panteno, e convirtió en Academia cristiana, y la escuela de Cesárea, fundada por Orígenes en Palestina, y que llegó a ser la sede de la biblioteca más rica de toda la Antigüedad cristiana.
El Concilio de Nicea (325), en el que se confirmó la perfecta divinidad del Hijo de Dios, idéntico al Padre en la sustancia y la perfección. La doctrina aprobada en Nicea fue defendida por tres lumbreras de Capadocia: San Basilio el Grande, San Gregorio Nazianceno y San Gregorio de Nisa. Según San Gregorio, la Trinidad de Dios es requerida por la perfección divina misma.
LA EDUCACIÓN EN EL PERIODO PATRÍSTICO

La actitud de los Padres de la Iglesia frente a la educación y al contenido dado a ésta por la cultura clásica, es coherente con las ideas que hemos expuesto hasta aquí. Los Padres orientales, que han aprovechado abundantemente la filosofía clásica para sus construcciones de filosofía cristiana, son en general favorables al mantenimiento del tipo de educación clásica integrada con la educación cristiana.

Varrón (siglo I a. C.) admitía nueve de estas artes: gramática, retórica, lógica, aritmética, geometría, astronomía, música, arquitectura y medicina. La obra de Marciano Capella, que fue texto fundamental durante todo el medioevo, parte del supuesto de que artes liberales son aquellas que podrían ser propias de una inteligencia pura, es decir, de un ángel o de una alma incorpórea; como una inteligencia carece de cuerpo y por consiguiente no padece enfermedad ni necesita casa, eliminó de las artes medicina y arquitectura. Como hemos dicho, la obra de Marciano Capella quedó como uno de los textos básicos de la instrucción medieval. Tocante a la lógica se adoptaron los textos de Severino Boecio (480-525), quien tradujo al latín las obras lógicas de Aristóteles, comentó algunas de ellas y compuso multitud de opúsculos teológicos así como también una obra, La consolación de la filosofía, que lo hizo célebre por toda la Edad Media. Sus traducciones y comentarios aseguraron la supervivencia de la lógica clásica (aristotélica y estoica) convirtiéndola en elemento fundamental de la cultura y la educación medievales.
La consolación de la filosofía se inspira en conceptos neoplatónicos y estoicos.

SAN GUSTÍN
EL LUGAR DE SAN AGUSTÍN EN LA PATRÍSTICA
Son muchas las razones por las cuales San Agustín ocupa un lugar especial en la patrística, de la que es innegablemente la figura central. San Agustín no sólo reviste un excepcional interés histórico por el inmenso influjo que ejerció sobre la cultura y la educación posterior de todo el mundo occidental, sino que además posee tales dotes de vivacidad, profundidad y modernidad que, bajo ese punto de vista, está a la par con Platón y Aristóteles.
San Agustín abordará los tres problemas de modo absolutamente nuevo y original, habiendo intuido la inanidad de tratarlos en forma puramente conceptual y la necesidad de poner al descubierto su verdadero significado sondeando ante todo las honduras de nuestra conciencia: ahí sí que se plantean verdaderamente el problema de Dios uno y trino, el problema del mal y el problema de nuestro destino de salvación o perdición.
Dios y alma no son para San Agustín los objetos de dos indagaciones paralelas e independientes. El hombre no podría dudar si no tuviese en sí la verdad, que la duda misma le revela y confirma. Y la verdad es Dios. De ahí la famosa admonición de San Agustín: “No salgas de ti, vuelve a ti mismo, en el interior del hombre habita la verdad; y si encuentras mudable tu naturaleza, trasciéndete también a ti mismo”.
Memoria, inteligencia y voluntad, las tres facultades del hombre, corresponden a las tres personas de la Trinidad divina y así como éstas constituyen una sola sustancia, así las tres facultades constituyen un alma única.
San Agustín las identifica con las razones seminales de que hablaban los estoicos. La tierra, en la cual se hallan las razones seminales (o sea, los gérmenes) de todas las cosas naturales, es, según San Agustín, la materia informe de que hablaban Platón y los neoplatónicos. Y las cosas naturales, precisamente por haberlas querido Dios así como son, son todas buenas de por sí, todas ellas ostentan en sí una cierta huella divina y todas son Ser, Conocer y Querer (Esse, nosse, velle) como nosotros mismos, pero con un diverso y a menudo mínimo grado de claridad. La creación entera refleja la perfección divina con diversos grados de fulgor, porque, en último análisis, todo proviene de Dios.
San Agustín plantea el problema: ¿qué hacía Dios antes de crear el cielo y la tierra? Y responde que antes de la creación no existía el tiempo, porque también el tiempo ha sido creado junto con el mundo: por consiguiente no había un antes, y no tiene sentido preguntar qué hacía antes Dios. La eternidad está más allá del tiempo y es la vida divina misma en cuanto es siempre, inmutablemente, igual a sí misma.
Pero ¿qué es el tiempo? Cierto, no es una realidad permanente. Sin embargo, logramos medir el tiempo puesto que hablamos de un tiempo largo o breve. ¿Cómo o dónde logramos efectuar esa medición? Responde San Agustín: en el alma. El pasado ha dejado de ser, pero queda su memoria; el futuro todavía no es, pero hay la espera del futuro; el presente se desvanece en cada instante, pero en el alma perdura la atención a las cosas presentes. La realidad del tiempo está en la distensión (distensio) del alma, en la conciencia del hombre, en la continuidad de la vida espiritual que conserva en sí el pasado y tiende hacia el porvenir.
LA EDUCACIÓN EN SAN AGUSTÍN
Desde un cierto punto de vista, la filosofía entera de San Agustín es una filosofía educativa. Dudar y resolver las dudas, iluminar la fe con la razón y la razón con la fe (credo ut intelligam e intelligut credam), haciendo hablar al que San Agustín llama el “Maestro interior”, es decir, la Verdad misma que es Dios, es ya un proceso de formación humana y por lo tanto de educación en el significado más amplio y profundo del término. En la educación en este sentido el verdadero y único maestro es la Verdad, o sea Dios en la persona de su Verbo, es decir, de Cristo. El escrito de San Agustín titulado El Maestro parte de este concepto. Así, pues, sólo hay un maestro, el maestro interior que es la Verdad misma, o sea Dios, Cristo.
LA EDUCACIÓN EN LA EDAD MEDIA Y LA ALTA

ESCOLÁSTICA.
En el resto de Europa la cultura empezó a reflorecer sólo bajo la influencia de Carlomagno, cuyo móvil principal era procurarse un número de funcionarios laicos y eclesiásticos suficiente para administrar el imperio. El mayor monumento de este interés de Carlomagno por la cultura fue la creación, en su corte, de la Schola palatina o Academia Palatina, para encabezar a la cual mandó llamar de Inglaterra al monje Alcuino (781). La Academia Palatina se convirtió en el centro de la reconstrucción intelectual de Europa; bajo Carlos el Calvo se llamó a dirigirla al más grande intelectual y filósofo del tiempo, Juan Escoto Erigena (véase más adelante), por cuya iniciativa Lotario I estimuló con una serie de decretos la creación de escuelas en Italia y Francia. Mientras tanto, en Alemania, Rabano Mauro, antiguo discípulo de Alcuino (776-856), trabajaba fructuosamente en pro de la difusión del estudio, al punto de ser llamado “el preceptor de Alemania”.
Entre ambos cumplieron una tarea benemérita para la cultura mediante la fundación de escuelas en los Monasterios y catedrales. Por último, es de recordar que uno de los más grandes centros de la cultura medieval fue la corte del rey Federico II de Sicilia, en la que se encontraron las corrientes de la filosofía árabe y la filosofía cristiana y floreció la primera escuela italiana de poesía.
LAS ESCUELAS DE LA EDAD MEDIA
Esta obra de reconstrucción cultural fue realizada casi exclusivamente por el clero. De ese modo se constituyeron escuelas en las instituciones religiosas, es decir, al amparo de los monasterios, las parroquias y las catedrales (o sea, se formaron escuelas monásticas, parroquiales y catedralicias u obispales).
Las escuelas monásticas predominaron hasta el siglo XI; sucesivamente fueron superadas en importancia por las escuelas catedralicias. Por lo común, éstas dependían directamente

del obispo, quien nombraba al “canciller” de la escuela.
EL FEUDALISMO Y LA EDUCACIÓN CABALLERESCA.

Sólo una minoría de clérigos frecuentaba las escuelas medievales, pero no por eso puede decirse que el resto de la población quedase sin educar, si bien es verdad que era casi analfabeta.

Cada sociedad desarrolla las formas educativas que necesita: la sociedad medieval, de economía pobre, basada en gran parte en el trueque y de estructura política feudal, si por una parte mantenía sencillas formas de aprendizaje para los trabajadores manuales y artesanos, por la otra, en lo tocante a la sociedad de los señores y caballeros, desarrolló formas de tirocinio para la profesión de las armas y reglas de vida “cortés” que se organizaron para constituir la típica educación “caballeresca”.
LAS UNIVERSIDADES Y LAS ESCUELAS COMUNALES
Así fue como gradualmente el término de Universidad se empezó a aplicar Las escuelas catedralicias dieron origen a la más importante institución cultural de la Edad Media, la Universidad. Dichas comunidades o universidades tenían por objeto proteger a los profesores contra el canciller, el obispo, el rey o quienquiera que intentase ejercer sobre ellos un excesivo dominio.
Por antonomasia a las universidades de profesores y estudiantes, con lo que se pasa de la escuela catedralicia a la Universidad como institución autónoma.
LA ALTA ESCOLÁSTICA
Las autoridades medievales prescribían o autorizaban la apertura de una escuela se dice con frecuencia que tales escuelas debían servir principalmente para el mejor entendimiento de la fe cristiana. Ahora bien, ésta era precisamente la finalidad de la filosofía que en esas escuelas se profesaba y que por eso se denomina escolástica.
La palabra escolástica designa la filosofía cristiana de la Edad Media. Posteriormente se denominó scholasticus también al profesor de filosofía o teología, cuyo título oficial era magister y quien dictaba sus lecciones primero en la escuela del claustro o la catedral y luego en la Universidad (studium generale). Por su carácter y método la escolástica esta estrechamente ligada a la actividad didáctica de los maestros medievales.
El problema fundamental de la escolástica es llevar al hombre a la inteligencia de las verdades reveladas. La verdad revelada contenida en los libros sacros y las definiciones dogmáticas de la Iglesia es la norma de la investigación escolástica, cuyo fin exclusivo es hacerla inteligible al hombre.
Dado que el problema de la escolástica es el de poner al hombre en condiciones de entender la verdad revelada, es decir, de conciliar fe y razón, se pueden distinguir varios periodos de acuerdo con la solución dada al problema. En este periodo fe y razón se consideran en perfecta armonía.
JUAN ESCOTO ERIGENA
Su obra capital se titula De la división de la naturaleza porque su metafísica se halla centrada en una división de cuatro naturalezas. La primera naturaleza crea, no es creada y es la causa de todo: es Dios Padre. Las cuatro naturalezas constituyen el círculo de la vida divina, que parte de Dios Padre, llega al mundo a través del Logos y vuelve a Dios mismo. Pero el mundo está considerado ahí como un momento de la vida divina, es una teofanía, una manifestación de la divinidad.
Según Juan Escoto, el mundo es absolutamente idéntico a Dios, pero Dios no es absolutamente idéntico al mundo. Dios trasciende al mundo y si bien vive en él (que no tiene realidad sino como su manifestación) no se identifica jamás con él.
En su época la cultura deja de ser patrimonio exclusivo de las abadías y la enseñanza tiende a organizarse en la forma que adoptará en el siglo XIII con las universidades. Los dialécticos confían en la razón para entender la verdad de la fe; los antidialécticos apelan a la autoridad de los santos y profetas, limitando la tarea de la filosofía a la defensa de las doctrinas reveladas.
SAN ANSELMO

Esta pugna entre fe y razón no tuvo sin embargo fortuna en la filosofía medieval, que prefirió atenerse constantemente al principio de su posible armonía. La figura más importante de este periodo, San Anselmo de Aosta (1033-1109), aun insistiendo en la superioridad indiscutible de la fe, no considera posible una oposición entre ésta y la razón. Por tanto, San Anselmo se esforzó por explicar racionalmente en sus obras (Monologio, Proslogio, De la verdad, Del libre albedrío, De la Trinidad, etc.) Los dogmas fundamentales del cristianismo, sosteniendo que tales dogmas, aun cuando no estuvieran sostenidos por la fe, serían de todas maneras verdades racionales inteligibles para el hombre.
La especulación de San Anselmo tiene como inspiración y fuente la de San Agustín. Cuenta uno de sus biógrafos que en el momento de morir San Anselmo estaba tratando de aclarar la naturaleza y origen del alma. Había empezado su especulación a propósito de Dios, la terminaba a propósito del alma. Y en esto se inspira también en el pensamiento de San Agustín, refiriéndose al vínculo de amor que debe unir al docente con los discípulos.

Profr. José Rogelio Aguilar Esquivel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario